Los muros invisibles de la prostitución y la trata

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Se derriban algunos muros físicos, como los de prostíbulos pero, ¿se derriban los muros reales para acabar con la violencia machista que supone la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual y la prostitución?

Vemos cómo el derribo del Carioca en la Comunidad Foral saca a la luz un debate donde se habla del estigma de la localidad que lo albergaba… como si no fuera suficientemente grave la estigmatización de todas las mujeres que han pasado por allí. Sí, ellas, porque de ellos no se habla: de los puteros que utilizaban a mujeres a golpe de billetes. Hablamos de los techos de cristal, esos que nos impiden como mujeres alcanzar determinados espacios “de altura”. Igualmente, hablamos de los suelos pegajosos, aquellos que nos impiden crecer y desarrollarnos en el mundo profesional o público. Nos quedamos pegadas a nuestro día a día sin poder romper los cristales que nos cubren pero, ¿qué ocurre con los muros invisibles? Son muchos y diversos.

Los muros invisibles afectan a muchas personas y, sin duda, tienen que ver con la interseccionalidad. Yendo a lo más concreto, son muros que no permiten ver a las mujeres prostituidas y tratadas, ni que las veamos. Muros invisibles creados con cemento y ladrillo de prostíbulos, pisos y casas que impiden que observemos la realidad de las mujeres violentadas y, sobre todo, que les impide a ellas salir de esos espacios. Estos muros no permiten ver puertas, ni ventanas, ni el cielo al otro lado. Podemos vivir junto a uno de ellos y no verlo. A veces por no querer, a veces por no saber y, en ocasiones, porque conviene. Sin embargo, desde el otro lado del muro sí vemos las puertas. Esas a las que llaman cientos de hombres (1 de cada 3 hombres en España admite haber pagado por acceder a los cuerpos de las mujeres según la ONU). ¿Podemos llamar a la puerta para demostrarles nuestra solidaridad a estas mujeres? ¿Podemos abrir la puerta para comenzar a derribar el muro y acoger a las mujeres en nuestra sociedad?

España es el primer país europeo en “consumo” de prostitución y tercero del mundo. Miles de mujeres locales y extranjeras son agredidas sexualmente día tras día en nuestro vecindario. Sí, en el tuyo y en el mío. Y está creciendo. La salida de la pandemia o al menos la eliminación de las normas de aislamiento está haciendo crecer la trata y la prostitución como la conocíamos hasta ahora, igual que el confinamiento hizo repuntar la prostitución online. Vemos cada día más mujeres, más llamadas, más consultas, así como se advierte de que está pasando que mujeres ucranianas están siendo estafadas para salir de la guerra, al igual que ocurre cada vez que hay una crisis que empuja a la búsqueda de la supervivencia de las mujeres. Pero no solo ellas. Ahora que vuelven los viajes, también aumenta el movimiento de mujeres para ser prostituidas.

¿Hasta cuándo vamos a permitir que estén levantados esos muros invisibles que atrapan violentamente a las mujeres? Necesitamos cada vez más gafas violeta que permitan verlos para empezar a derribarlos: con la palabra, con la voz, con la presencia y con la evidencia.

Diana González González, comunicadora navarra que integra el equipo de Acción Contra la Trata – ACT y Costura Poderosa.

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